Va de vi
Museo de Historia Torre dels Enagistes, Manacor (Mallorca) 2010
LA DESAFORADA FUERZA DEL VINO
La botella de vino evidencia la importancia que los surrealistas como Dalí, Magritte, Delvaux,Tanguy o Massot concedieron al subconsciente y da una idea de las posibilidades artísticas que ofrecía la aplicación de los métodos automáticos del grupo, basados en la imaginación y las asociaciones libres. Joan Miró pintó “La botella de vino” en 1924, muchos otros artistas han dedicado lienzos a pintar botellas, llenas y vacías donante esta idea física de eternidad infinita. Algunos también intentaron olvidar su tragedia con alcohol en la bohemia parisina como Rimbaud, Modigliani, Baudelaire, Monet o Satie. Ideas sentimentales, efectos de las melancolías desagradables como motivo de inspiración, transmisores del arte, de la creatividad más sutil.
Ahora, en el siglo XXI, no se trata de descontextualizar ciertos objetos de su uso habitual sino de intervenir, manipular y dejarles un margen de maniobra. Los nuevos soportes artísticos han dado una libertad creadora sorprendente. Las botellas de vino están presentes en nuestra vida cotidiana y salen de cualquier lugar. Ahora la ironía, el juego, el equívoco y el imprevisto hacen que se conviertan en un argumento en la pintura y la escultura del artista de Manacor, Miquel Mesquida. Él mismo prolonga al infinito un espacio de relación entre los seres humanos que pasan alternativamente del entendimiento a la discordia.Y es que en el fondo, la comprensión y el desacuerdo son como el juego de claro-oscuros.
Miquel Mesquida ha sabido conjugar su pintura, que contiene mucha fuerza, con el mundo del vino y nos vuelve a mostrar a sus personajes echados que transgreden la razón pero que captan los propósitos desfiguradores, alteradores de las apariencias y deformadores de personas y cosas, porque al fin es una necesidad de comunicar y comunicarse. Sus propuestas me parecen escenarios emocionales más que expresiones conceptuales de una idea. Determinados personajes chocan repentinamente provocante una especie de explosión perceptiva que no nos puede dejar indiferentes.
El pintor austríaco Egon Schiele (1890-1918) superó el gusto esteticista de sus antecesores como Gustav Klimt para introducir personajes más bien feos y ser el antecedente de los movimientos artísticos más tenebrosos del siglo. Schiele pintaba captando el alma de los retratados con un aspecto grotesco, pero paradójicamente era un pintor muy sensual que exploraba ciertos aspectos de la esencia humana con acierto. Una manera de plasmar sentimientos ocultos muy parecidos a Mesquida por lo que tienen sus figuras, casi monstruos, de flirtear con el mundo real. Un mundo aparentemente estremecedor pero impregnado de buena fe, la misma que impera en toda su obra.
La iconografía esbozada a través de pequeños detalles nos introduce en un mundo reordenado por su propia mirada. Imágenes impactantes, sinceras y que resaltan por el color de las líneas precisas que aportan a esta pintura una gran expresividad plástica. Me gusta decir de las obras de Miquel Mesquida que siguen la lógica extraña del gran enigma del arte: una lógica incómoda que invita a entrar pero que al mismo tiempo, te expulsa. Por eso esta exposición se queda con la carne pero no con el cuerpo y toda su complejidad existencial y orgánica.
Gustave Courbet, rebelde y apasionado, fue el pintor audaz por excelencia, el hombre más arrogante y orgulloso de la Francia del siglo XIX. En su manifiesto realista afirmaba: “Quiero plasmar las costumbres, las ideas y la atmósfera de mi época, de acuerdo con mi punto de vista”.
Georgina Sas